Diego merece este post.
Nos conocimos de manera increíble. Primero por teléfono, después personalmente.
Nos citamos telefónicamente en el bar de la esquina. Él debía llevar un pañuelo rojo para que yo pueda identificarlo. Me gustó de entrada. Hablamos. Su dulzura me impactó. Su manera de hablar. Sus ojos. Sus labios.
Hablamos muchas veces más por teléfono. Nos encontramos muchas veces. Exclusivamente en mi departamento. Íbamos a librerías, paseábamos mucho. Hacíamos el amor 3 o 4 veces por día.
Fue sin duda un hombre que nunca voy a olvidar. Siempre pienso en él y reprimo la tentación de llamarlo, aunque sé que ya no vive en la casa de sus padres. La última noticia que tuve de él es que vivía en Las Cañitas y que tenía ganas de irse a España.
Las cosas que he hecho por él.
Cuando estaba con él, mi filosofía de vida fue pasarla bien. Sin compromisos. Hasta que apareció M y me brindó toda la seguridad que yo necesitaba, aún sin saberlo. Cuando se lo comenté a él, me reprochó que le haya hecho el discurso de la feminista liberada si lo único que yo quería era un hombre que no le escape al compromiso. Lo único que le dije fue: "Una palabra tuya puede cambiar la historia".
Obviamente, no la dijo. No sé si se arrepintió después. No sé si él me recuerda de la manera en que yo lo recuerdo. No sé si siquiera se acuerda de mí. Pero lo que sí sé es que sólo una palabra suya podría haber cambiado mi destino. Sólo una palabra suya y no estaría acá en este momento.
Fue un momento clave de mi vida.
Me alegro que las cosas hayan resultado como resultaron. Porque soy feliz con mi vida. Muy feliz.
Pero nunca dejo de pensar qué hubiera pasado si Diego hubiera dicho esa palabra...
28 de mayo de 2007
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3 comentarios:
Probando los comentrolos
"Una palabra no dice nada y al mismo tiempo lo esconde todo, igual que el viento esconde el agua, como las flores que esconden lodo".
No se si tiene que ver (quizá sí). Igual es un muy buen tema de fondo para tu relato.
Saludos!
Diego es muy especial en tu vida. Aun lo sigue siendo.
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