25 de noviembre de 2008

Las palabras se pierden. Se esconden. Se tapan. Se avergüenzan. Se asoman con miedo. Se ocultan nuevamente.

Pero nunca desaparecen. Siempre están ahí esperando el momento indicado. Esperando el detonante. Detonante, con D mayúscula.

Anaïs ha resucitado.

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