2 de diciembre de 2008

Eso. El miedo de perderte. El miedo de sentirte lejos de mi alma. El miedo de dejar de sentir esta sensación. Esta pasión. Este dolor de estómago tan fuerte y tan lindo a la vez. Y la angustia de que todo quede patas para arriba.
Nuestras respectivas familias nada tienen que ver en mi incertidumbre. Ninguno de los dos es tan idiota como para destruir algo que costó tanto. No creo que eso sea un inconveniente.
Lo otro sí.
Tampoco estoy dispuesta a no intentarlo. Porque muero de ganas de verte, tocarte, sentir tu perfume, escuchar tu voz, comerte a besos. Sería un pendiente grande como el obelisco.
Espiral de sensaciones.

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